Aprovechando los días de confinamiento, he optado por sacar punta a esta afición que puede hacerte perder la cabeza!! Participo en la web de Literautas, que me da la oportunidad de mejorar y compartir mis letras como lo hago aquí...Hoy el reto es escribir un relato que lleve por título Soledad y que contenga las palabras altavoz y relámpago. Y ahí va mi granito de arena!
Soledad...
No hay soledad más triste que la que uno siente cuando vive con alguien. La dependencia emocional que muchas personas tienen hacia otras, hace que vivan una vida vacía, llena de sufrimiento y resignación. Hay quienes lo tapan con sonrisas relámpago, esas que son tan fugaces que desaparecen del rostro dando lugar pronto a la verdadera cara de la amargura. Otras caras sencillamente no disimulan, y sus ojos gritan tristeza como si llevaran un altavoz en las entrañas.
Inma
martes, 31 de marzo de 2020
lunes, 30 de marzo de 2020
"La cara más amarga del COVID"
Me duele estrenarme con este post, a pesar de que mi intención es sacar lo positivo (o intentarlo) de lo que acontece... pero nos ha tocado vivir algo que sin duda nos marcará de alguna manera. Y a unos más que a otros... "Todo saldrá bien". Ánimo!!
Si
estas humildes palabras son capaces de transmitir un pequeño soplo de aliento a
quienes crean necesitarlas, siempre desde el máximo respeto, quedaré casi más
satisfecha que esas almas de caridad que están haciendo donaciones a pequeños y
grandes niveles.
Estos
días nos confinamos en casa, y encontramos un refugio donde, si queremos,
podemos desconectar de lo que sucede fuera. Pero la realidad, dura, sigue dando golpes sin piedad, poniendo patas arriba la vida de personas y de
familias enteras.
Mientras,
muchos, gracias a Dios, nos dedicamos a inventar cómo gastar el tiempo
cocinando pastelitos que quizá luego vayan a la basura, haciendo rutinas de
deporte que no hemos seguido en la vida, leyendo libros que llevaban meses,
años, en la estantería, hay personas que, repentinamente dejan de ver, oír y
tocar a sus padres y abuelos. Este virus, tan inofensivo para algunos y tan
letal para otros, se los lleva de un plumazo, sin concederles la oportunidad de
luchar, como toda su vida lo han hecho por otras causas (por sus hijos, por sus
padres, por tener el estómago lleno en medio de la escasez, por ejemplo). Primero, un
ingreso rápido, aislamiento, confusión, desinformación. Y, en pocos días,
ADIÓS, para siempre. Un adiós comunicado por teléfono, porque no ha habido
lugar a despedidas. Ni lo habrá. Adiós a las tradiciones que, en nuestros
pueblos tanto nos honran, de tener un
día para velar, de llevar a hombros a quién no merece menos después de lo
que ha hecho por sus hijos, de dedicarle unas últimas palabras (católicas o no)
arropados por familia y amigos, de consolarse en un abrazo de hermano o
hermana. No hay tiempo, no hay opción. La despedida tiene que ser desde la
retaguardia, como si estuvieran viendo marchar a un extraño...
Intento,
seguro que sin mucho éxito, tener la empatía que puede tenerse en estos casos.
Porque para ciertas vivencias, es imposible ponerse en el lugar del otro. Y
ojalá tarde mucho en saberlo.
Pero
por lo menos, puedo expresar mis deseos, eso sí, con el corazón en la mano.
Ojalá
podáis ver “la otra parte”, esa parte menos mala que hay hasta en la más grande
de las tragedias. Ojalá sepáis valorar el esfuerzo de quienes han intentado
evitar el golpe. Ojalá podáis llevar un duelo con paz, la paz que os ha de dar
la idea de que no estaba en vuestras manos. Ojalá podáis despediros con la
mente y el corazón de quienes realmente no os separaréis nunca gracias al
recuerdo. Ojalá pronto podáis abrazar a los que quedan aquí y comparten vuestro
dolor. Ojalá ese dolor se suavice pronto, convirtiéndose en coraje y no en
rabia, en ganas de seguir; mirando al cielo cuando necesitéis fuerza, guiñando
un ojo arriba cuando algo salga bien, porque sabéis que están con vosotros.
Ojalá pronto podáis contar con las personas adecuadas (profesionales o no) que
os ayuden a seguir. Porque hay que seguir, porque aunque nunca volváis a ser
los mismos después de esta prueba, de
esto, también se sale. MUCHO ÁNIMO
¡No soy escritora!
Bienvenidos/as a mi humilde rincón de desahogo. Antes de presentarme diciendo lo que soy, prefiero empezar diciendo que, ni soy escritora, ni lo pretendo. ¿O acaso cada cual que juega al fútbol y disfruta con ello, es futbolista?
Crecí en un pueblo muy pequeño de la Mancha conquense en medio de una familia humilde de transportistas y agricultores. Tengo un hermano pequeño. Mi debilidad. Y a ella se suman ahora mis sobrinos.
Soy maestra de profesión. Siempre quise serlo. (Si no hubiera sido maestra, me hubiera encantado ser psicóloga. Y os confieso, ¡
que me encantaría haber pertenecido a las Fuerzas Armadas!). Diez años con niños "con dificultades", de las cuales nunca les he oído expresar queja alguna. Y otros cinco, hasta hoy, como tutora. Mi vida profesional: impecable, en cuanto a que hago lo que he soñado siempre. Mi vida personal: peculiar...y hace tiempo que decidí que todo eso tan especial que llevo en la mochila es lo que me hace ser lo que soy hoy. Así que sacaré todo lo positivo, porque hay. Y mucho. Y lo compartiré con vosotros/as, de alguna u otra forma...
Me apasiona la música (y me inspira), el vino, la moda, bailar y hablar. Soy amante de mi trabajo, y sí, escribo. Siempre lo he hecho sólo para organizarme, para desahogarme. Por puro placer o por puro dolor. Pero resulta que el placer, si es compartido, ¡se multiplica! Una vez más, BIENVENIDOS.
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