lunes, 30 de marzo de 2020

"La cara más amarga del COVID"

Me duele estrenarme con este post, a pesar de que mi intención es sacar lo positivo (o intentarlo) de lo que acontece... pero nos ha tocado vivir algo que sin duda nos marcará de alguna manera. Y  a unos más que a otros...  "Todo saldrá bien". Ánimo!!


Si estas humildes palabras son capaces de transmitir un pequeño soplo de aliento a quienes crean necesitarlas, siempre desde el máximo respeto, quedaré casi más satisfecha que esas almas de caridad que están haciendo donaciones a pequeños y grandes niveles.
Estos días nos confinamos en casa, y encontramos un refugio donde, si queremos, podemos desconectar de lo que sucede fuera. Pero la realidad, dura, sigue dando golpes sin piedad, poniendo patas arriba la vida de personas y de familias enteras.
Mientras, muchos, gracias a Dios, nos dedicamos a inventar cómo gastar el tiempo cocinando pastelitos que quizá luego vayan a la basura, haciendo rutinas de deporte que no hemos seguido en la vida, leyendo libros que llevaban meses, años, en la estantería, hay personas que, repentinamente dejan de ver, oír y tocar a sus padres y abuelos. Este virus, tan inofensivo para algunos y tan letal para otros, se los lleva de un plumazo, sin concederles la oportunidad de luchar, como toda su vida lo han hecho por otras causas (por sus hijos, por sus padres, por tener el estómago lleno en medio de la escasez, por ejemplo). Primero, un ingreso rápido, aislamiento, confusión, desinformación. Y, en pocos días, ADIÓS, para siempre. Un adiós comunicado por teléfono, porque no ha habido lugar a despedidas. Ni lo habrá. Adiós a las tradiciones que, en nuestros pueblos  tanto nos honran, de tener un día para velar, de llevar a hombros a quién no merece menos después de lo que ha hecho por sus hijos, de dedicarle unas últimas palabras (católicas o no) arropados por familia y amigos, de consolarse en un abrazo de hermano o hermana. No hay tiempo, no hay opción. La despedida tiene que ser desde la retaguardia, como si estuvieran viendo marchar a un extraño...
Intento, seguro que sin mucho éxito, tener la empatía que puede tenerse en estos casos. Porque para ciertas vivencias, es imposible ponerse en el lugar del otro. Y ojalá tarde mucho en saberlo.
Pero por lo menos, puedo expresar mis deseos, eso sí, con el corazón en la mano.

Ojalá podáis ver “la otra parte”, esa parte menos mala que hay hasta en la más grande de las tragedias. Ojalá sepáis valorar el esfuerzo de quienes han intentado evitar el golpe. Ojalá podáis llevar un duelo con paz, la paz que os ha de dar la idea de que no estaba en vuestras manos. Ojalá podáis despediros con la mente y el corazón de quienes realmente no os separaréis nunca gracias al recuerdo. Ojalá pronto podáis abrazar a los que quedan aquí y comparten vuestro dolor. Ojalá ese dolor se suavice pronto, convirtiéndose en coraje y no en rabia, en ganas de seguir; mirando al cielo cuando necesitéis fuerza, guiñando un ojo arriba cuando algo salga bien, porque sabéis que están con vosotros. Ojalá pronto podáis contar con las personas adecuadas (profesionales o no) que os ayuden a seguir. Porque hay que seguir, porque aunque nunca volváis a ser los mismos después de esta prueba,  de esto, también se sale. MUCHO ÁNIMO

No hay comentarios:

Publicar un comentario